miércoles, 24 de abril de 2013

Un auténtico sádico, Josef Mengele

Josef era el mayor de los tres hijos de Karl Mengele y su esposa Walburga (fallecida en 1946), unos acaudalados industriales de la ciudad de Günzburg (Baviera). Sus hermanos pequeños eran Karl y Alois. Mengele estudió medicina y antropología en las universidades de Munich, Viena y Bonn. Josef Mengele creció en Günzburg en medio de un ambiente de clase alta alemana, por lo que adquirió hábitos de caballero que, sumado a su buena imagen, atraían al sexo opuesto y le abrían muchas puertas en la sociedad alemana. Su padre, Karl, era industrial y se hizo rico. Josef adoraba a su madre entrañablemente, a pesar de ser muy severa y estricta; sin embargo, mantenía cierta distancia con su padre. Una característica física distintiva de Mengele era un notorio espacio interdental entre los dientes superiores frontales.

En 1933 su padre, quien era nazi acérrimo, ofreció su salón industrial a Hitler para que este pronunciara un discurso en Günzburg; por estos servicios, Karl Mengele recibió amplias facilidades económicas para hacer crecer su negocio. En Munich, Josef se doctoró en antropología en 1935 con una tesis doctoral acerca de las diferencias raciales en la estructura de la mandíbula inferior, bajo la supervisión del profesor Theodor Mollison. A continuación viajó a Frankfurt, donde trabajó como ayudante de Otmar von Verschuer en el Instituto de Biología Hereditaria e Higiene Racial de la Universidad de Frankfurt. En 1938 se doctoró en medicina con una tesis doctoral titulada Estudios de la fisura labial-mandibular-palatina en ciertas tribus.

Josef Mengele, a partir de las convicciones de Otmar von Verschuer, se convirtió en un antisemita acérrimo, convencido plenamente de la superioridad de la raza aria y con un absoluto desprecio por el judío. La vocación médica de Mengele estaba orientada al estudio genético-racial, más que a la medicina curativa. Josef, quien pertenecía a las juventudes hitlerianas, se incorporó a las SA en el momento que éstas estaban a punto de desaparecer como grupo armado, y tuvo que renunciar. Intentó incorporarse a las SS pero no tuvo un éxito inicial; debió intentarlo tres años después. Se casó en 1938 con Irene, una hermosa y educada dama de religión luterana (a pesar de que Mengele era católico) y tuvo un hijo llamado Rolph.



Descontando un breve período pasado en un hospital de Leipzig, donde cursó su internado, y su gira con la División Vikinga, Josef Mengele practicó muy poco la medicina en enfermos y heridos antes de llegar a Auschwitz. Las evidencias indican que allí no aumentó su experiencia clínica. Si Mengele hubiera estado interesado en el tratamiento de las enfermedades, Auschwitz le habría ofrecido una gran variedad de oportunidades. Para todo prisionero, la enfermedad implicaba un gran riesgo. Todo el que contrajera una dolencia grave o sufriera una herida que le dejara inválido se arriesgaba a la inmediata selección para una terapia de Zyklon B. Mengele fue enviado al campo de concentración de Auschwitz en sustitución de otro doctor que había caído enfermo. El 24 de mayo de 1943 se convirtió en el oficial médico del llamado campo gitano, una parte de Auschwitz-Birkenau. Consecuentemente, Mengele se convirtió en el oficial médico en jefe del principal campo de enfermería de Birkenau. Sin embargo, no fue el oficial médico en jefe de Auschwitz; por encima en la jerarquía se encontraba el médico de la fortificación, Eduard Wirt.

Muchos hombres de las SS, en los KZ, utilizaban su posición para explotar sexualmente a las prisioneras, a pesar de las estrictas órdenes de Himmler sobre las relaciones con judíos. Fania Fenelon, la cantante que escribió Playing for time sobre sus experiencias con la Qrquesta de Auschwitz, solía obedecer ocasionalmente la orden de cantar para Mengele en su alojamiento. Poco antes de morir, Fenelon habló de sus encuentros con el médico; su entrevistador quedó con la clara impresión de que ella estaba hablando de un antiguo amante. Constantemente circulaban rumores sobre las relaciones de Mengele con mujeres del campamento. Una de las candidatas preferidas era la guardia Irma Grese, de veintiún años, que formaba parte de su comitiva. Grese, una rubia de ojos azules, a la que muchos consideraban hermosa, se había formado como enfermera bajo las órdenes del doctor Kad Gebhardt, médico personal de Himmler y cirujano ortopedista; abandonó ese trabajo por un empleo en una granja, pero acabó enrolándose en las SS. Grese causó en sus superiores una impresión lo bastante buena como para que se la pusiera al frente de treinta mil mujeres. Como Mengele, se enorgullecía mucho de su aspecto físico y se acicalaba durante horas antes de presentarse con lo mejor de las ropas confiscadas. En otras ocasiones le encantaba pavonearse por el patio con sus botas altas, su pistola en la cadera y un látigo en la mano, Al parecer, le gustaba azotar a las mujeres en los pechos, exhibiendo una veta sádica de origen sexual. Muchos estaban convencidos de que Grese era lesbiana, pero otros la asociaban íntimamente a Mengele. Capturada por los británicos cuando liberaron el campo, Grese fue condenada por crímenes de guerra y ahorcada en 1945.

Fue durante su estancia de 21 meses en Auschwitz cuando el doctor Mengele alcanzó la fama, ganándose el apodo de "El Ángel de la Muerte". Cuando los vagones de tren repletos de prisioneros llegaban a Auschwitz II (Birkenau), con frecuencia Mengele esperaba en el andén junto a otros médicos para seleccionar a los más aptos para el trabajo y la experimentación, así como a quienes serían enviados inmediatamente a las cámaras de gas.

En esta primera etapa, Mengele se paraba en una rampa frente a las filas e indicaba con un gesto de la mano quién moría y quién vivía: a la izquierda iban las mujeres jóvenes y hombres de evidente buen estado de salud; a la derecha iban los ancianos, niños, mujeres embarazadas e incapacitados. Los que quedaban en la fila de la derecha iban directamente a las cámaras de gas. Los supervivientes de este campo que conocieron a Mengele lo describían como un oficial impecablemente acicalado, muy apuesto y perfumado, de gestos aristocráticos y poseedor de una extraña mezcla de condescendencia y una ferocidad morbosa ante el poder de decidir quién vivía o moría. Muy pocas veces, Mengele demostró humanitarismo respecto de alguno de los condenados, e incluso mató personalmente a algunos cautivos por desobedecer las reglas. Se llegaron a conocer casos de perversión sexual practicada con las mujeres de la fila izquierda, azotando los pechos con un látigo o realizando defenestraciones que invalidaban a las muchachas que, tarde o temprano, terminarían en las cámaras de gas.

El oficial del megáfono les explicaba que hombres y mujeres se separarían. Aquellos en condiciones de trabajar formarían una columna. Una segunda columna incluiría a los ancianos, los niños, las mujeres con hijos pequeños y todo aquel que fuera considerado demasiado débil para trabajar en pro del Tercer Reich. Esa segunda columna iría inmediatamente a las aldeas donde vivían los internos y organizarían las labores domésticas. Todo era parte de la complicada ficción que se mantenía en los KZ. Los que no eran considerados aptos para el trabajo iban directamente a las cámaras de gas, deteniéndose sólo para desvestirse. Ni siquiera se registraba su llegada a Auschwitz; los funcionarios del campamento desconocían sus nombres y sus lugares de origen.

Naturalmente, el sistema requería de un médico que juzgara quién estaba en condiciones de trabajar como esclavo y quién debía ir directamente a la muerte. El doctor Josef Mengele comenzó a desempeñar ese papel en mayo de 1943, casi inmediatamente después de su llegada. Los testigos declararon haberlo visto cumplir con esa función por lo menos setenta y cuatro veces. Es muy posible que haya estado junto a las vías en muchas ocasiones más, pero quienes allí lo vieron murieron.

De cualquier modo, varios supervivientes ofrecen vívidos recuerdos de Mengele como seleccionador de los recién llegados. El día en que Miklos Nyiszli, patólogo húngaro, vio por primera vez la luz de Auschwitz, reparó en “un joven oficial de las SS, de impecable uniforme, con una escarapela de oro adornando su solapa y las botas bien lustradas”. Cuando Nathan Shapell bajó a tropezones del tren, en 1943, vio a “cientos de hombres de la Gestapo y de las SS que les esperaban. Nos recibió un hombre a quien pronto conocí como el doctor Mengele, el Carnicero. Al acercarse la columna a los oficiales, ésta se reducía a una fila india para pasar delante de ese monstruo inhumano, que estaba con otras personas en una pequeña plataforma situada encima de nosotros, levantando la mano con el pulgar extendido y moviéndola hacia delante y hacia atrás. Nos hacían desfilar como a un rebaño, golpeándonos para que nos moviéramos cada vez más de prisa. En ese momento no sabía lo que significaba el movimiento de su dedo, pero pronto fue obvio. Una fila, a la izquierda, era de hombres y mujeres jóvenes. Los de edad mediana, los enfermos, los ancianos y los niños iban hacia la derecha”.

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