Josef era el mayor de los tres hijos de Karl Mengele y su esposa
Walburga (fallecida en 1946), unos acaudalados industriales de la ciudad
de Günzburg (Baviera). Sus hermanos pequeños eran Karl y Alois. Mengele
estudió medicina y antropología en las universidades de Munich, Viena y
Bonn. Josef Mengele creció en Günzburg en medio de un ambiente de clase
alta alemana, por lo que adquirió hábitos de caballero que, sumado a su
buena imagen, atraían al sexo opuesto y le abrían muchas puertas en la
sociedad alemana. Su padre, Karl, era industrial y se hizo rico. Josef
adoraba a su madre entrañablemente, a pesar de ser muy severa y
estricta; sin embargo, mantenía cierta distancia con su padre. Una
característica física distintiva de Mengele era un notorio espacio
interdental entre los dientes superiores frontales.
En 1933 su padre, quien era nazi acérrimo, ofreció su salón industrial a
Hitler para que este pronunciara un discurso en Günzburg; por estos
servicios, Karl Mengele recibió amplias facilidades económicas para
hacer crecer su negocio. En Munich, Josef se doctoró en antropología en
1935 con una tesis doctoral acerca de las diferencias raciales en la
estructura de la mandíbula inferior, bajo la supervisión del profesor
Theodor Mollison. A continuación viajó a Frankfurt, donde trabajó como
ayudante de Otmar von Verschuer en el Instituto de Biología Hereditaria e
Higiene Racial de la Universidad de Frankfurt. En 1938 se doctoró en
medicina con una tesis doctoral titulada
Estudios de la fisura labial-mandibular-palatina en ciertas tribus.
Josef Mengele, a partir de las convicciones de Otmar von Verschuer, se
convirtió en un antisemita acérrimo, convencido plenamente de la
superioridad de la raza aria y con un absoluto desprecio por el judío.
La vocación médica de Mengele estaba orientada al estudio
genético-racial, más que a la medicina curativa. Josef, quien pertenecía
a las juventudes hitlerianas, se incorporó a las SA en el momento que
éstas estaban a punto de desaparecer como grupo armado, y tuvo que
renunciar. Intentó incorporarse a las SS pero no tuvo un éxito inicial;
debió intentarlo tres años después. Se casó en 1938 con Irene, una
hermosa y educada dama de religión luterana (a pesar de que Mengele era
católico) y tuvo un hijo llamado Rolph.
Descontando un breve período pasado en un hospital de Leipzig, donde
cursó su internado, y su gira con la División Vikinga, Josef Mengele
practicó muy poco la medicina en enfermos y heridos antes de llegar a
Auschwitz. Las evidencias indican que allí no aumentó su experiencia
clínica. Si Mengele hubiera estado interesado en el tratamiento de las
enfermedades, Auschwitz le habría ofrecido una gran variedad de
oportunidades. Para todo prisionero, la enfermedad implicaba un gran
riesgo. Todo el que contrajera una dolencia grave o sufriera una herida
que le dejara inválido se arriesgaba a la inmediata selección para una
terapia de Zyklon B. Mengele fue enviado al campo de concentración de
Auschwitz en sustitución de otro doctor que había caído enfermo. El 24
de mayo de 1943 se convirtió en el oficial médico del llamado campo
gitano, una parte de Auschwitz-Birkenau. Consecuentemente, Mengele se
convirtió en el oficial médico en jefe del principal campo de enfermería
de Birkenau. Sin embargo, no fue el oficial médico en jefe de
Auschwitz; por encima en la jerarquía se encontraba el médico de la
fortificación, Eduard Wirt.
Muchos hombres de las SS, en los KZ, utilizaban su posición para
explotar sexualmente a las prisioneras, a pesar de las estrictas órdenes
de Himmler sobre las relaciones con judíos. Fania Fenelon, la cantante
que escribió Playing for time sobre sus experiencias con la Qrquesta de
Auschwitz, solía obedecer ocasionalmente la orden de cantar para Mengele
en su alojamiento. Poco antes de morir, Fenelon habló de sus encuentros
con el médico; su entrevistador quedó con la clara impresión de que
ella estaba hablando de un antiguo amante. Constantemente circulaban
rumores sobre las relaciones de Mengele con mujeres del campamento. Una
de las candidatas preferidas era la guardia Irma Grese, de veintiún
años, que formaba parte de su comitiva. Grese, una rubia de ojos azules,
a la que muchos consideraban hermosa, se había formado como enfermera
bajo las órdenes del doctor Kad Gebhardt, médico personal de Himmler y
cirujano ortopedista; abandonó ese trabajo por un empleo en una granja,
pero acabó enrolándose en las SS. Grese causó en sus superiores una
impresión lo bastante buena como para que se la pusiera al frente de
treinta mil mujeres. Como Mengele, se enorgullecía mucho de su aspecto
físico y se acicalaba durante horas antes de presentarse con lo mejor de
las ropas confiscadas. En otras ocasiones le encantaba pavonearse por
el patio con sus botas altas, su pistola en la cadera y un látigo en la
mano, Al parecer, le gustaba azotar a las mujeres en los pechos,
exhibiendo una veta sádica de origen sexual. Muchos estaban convencidos
de que Grese era lesbiana, pero otros la asociaban íntimamente a
Mengele. Capturada por los británicos cuando liberaron el campo, Grese
fue condenada por crímenes de guerra y ahorcada en 1945.
Fue durante su estancia de 21 meses en Auschwitz cuando el doctor
Mengele alcanzó la fama, ganándose el apodo de "El Ángel de la Muerte".
Cuando los vagones de tren repletos de prisioneros llegaban a Auschwitz
II (Birkenau), con frecuencia Mengele esperaba en el andén junto a otros
médicos para seleccionar a los más aptos para el trabajo y la
experimentación, así como a quienes serían enviados inmediatamente a las
cámaras de gas.
En esta primera etapa, Mengele se paraba en una rampa frente a las filas
e indicaba con un gesto de la mano quién moría y quién vivía: a la
izquierda iban las mujeres jóvenes y hombres de evidente buen estado de
salud; a la derecha iban los ancianos, niños, mujeres embarazadas e
incapacitados. Los que quedaban en la fila de la derecha iban
directamente a las cámaras de gas. Los supervivientes de este campo que
conocieron a Mengele lo describían como un oficial impecablemente
acicalado, muy apuesto y perfumado, de gestos aristocráticos y poseedor
de una extraña mezcla de condescendencia y una ferocidad morbosa ante el
poder de decidir quién vivía o moría. Muy pocas veces, Mengele demostró
humanitarismo respecto de alguno de los condenados, e incluso mató
personalmente a algunos cautivos por desobedecer las reglas. Se llegaron
a conocer casos de perversión sexual practicada con las mujeres de la
fila izquierda, azotando los pechos con un látigo o realizando
defenestraciones que invalidaban a las muchachas que, tarde o temprano,
terminarían en las cámaras de gas.
El oficial del megáfono les explicaba que hombres y mujeres se
separarían. Aquellos en condiciones de trabajar formarían una columna.
Una segunda columna incluiría a los ancianos, los niños, las mujeres con
hijos pequeños y todo aquel que fuera considerado demasiado débil para
trabajar en pro del Tercer Reich. Esa segunda columna iría
inmediatamente a las aldeas donde vivían los internos y organizarían las
labores domésticas. Todo era parte de la complicada ficción que se
mantenía en los KZ. Los que no eran considerados aptos para el trabajo
iban directamente a las cámaras de gas, deteniéndose sólo para
desvestirse. Ni siquiera se registraba su llegada a Auschwitz; los
funcionarios del campamento desconocían sus nombres y sus lugares de
origen.
Naturalmente, el sistema requería de un médico que juzgara quién estaba
en condiciones de trabajar como esclavo y quién debía ir directamente a
la muerte. El doctor Josef Mengele comenzó a desempeñar ese papel en
mayo de 1943, casi inmediatamente después de su llegada. Los testigos
declararon haberlo visto cumplir con esa función por lo menos setenta y
cuatro veces. Es muy posible que haya estado junto a las vías en muchas
ocasiones más, pero quienes allí lo vieron murieron.
De cualquier modo, varios supervivientes ofrecen vívidos recuerdos de
Mengele como seleccionador de los recién llegados. El día en que Miklos
Nyiszli, patólogo húngaro, vio por primera vez la luz de Auschwitz,
reparó en
“un joven oficial de las SS, de impecable uniforme, con una escarapela de oro adornando su solapa y las botas bien lustradas”. Cuando Nathan Shapell bajó a tropezones del tren, en 1943, vio a
“cientos
de hombres de la Gestapo y de las SS que les esperaban. Nos recibió un
hombre a quien pronto conocí como el doctor Mengele, el Carnicero. Al
acercarse la columna a los oficiales, ésta se reducía a una fila india
para pasar delante de ese monstruo inhumano, que estaba con otras
personas en una pequeña plataforma situada encima de nosotros,
levantando la mano con el pulgar extendido y moviéndola hacia delante y
hacia atrás. Nos hacían desfilar como a un rebaño, golpeándonos para que
nos moviéramos cada vez más de prisa. En ese momento no sabía lo que
significaba el movimiento de su dedo, pero pronto fue obvio. Una fila, a
la izquierda, era de hombres y mujeres jóvenes. Los de edad mediana,
los enfermos, los ancianos y los niños iban hacia la derecha”.